Posiblemente los juegos olímpicos más famosos de la historia moderna tuvieron lugar en Barcelona en 1992. Entre otras razones, porque fueron los primeros en contar con una cobertura mediática global. Cientos de millones de personas los siguieron en directo desde sus países, de manera que toda la puesta en escena fue muy trabajada. Y uno de los eventos más especiales tuvo lugar en la ceremonia de clausura. Además del desfile de los atletas. Varios artistas famosos participaron. Y entre todas las presentaciones se interpretó una canción escrita especialmente para la ocasión. El estribillo decía lo siguiente:
Amigos para siempre
Means you’ll always be my friend
Amis per sempre
Means a love that got no end
Friends for life
Not just a summer or a spring
Amigos para siempre
Esta canción interpretada por un grupo llamado “Los Manolos” se convirtió en un éxito internacional inmediato. La idea era crear un himno que promoviese la amistad entre los pueblos. Una amistad que trascendiese un evento o un esfuerzo común. Y para ilustrar la importancia de que todos aporten un poco de lo suyo, el estribillo contenía partes en castellano, en inglés y también en catalán. Pero ¿es esto posible? ¿Puede la amistad prolongarse en el tiempo y superar eventos y etapas cuáles sean? ¿Qué ingredientes son necesarios para que nuestras amistades no se marchiten ni se estropeen?
Ahora que nuestras relaciones están siendo “probadas” por las restricciones que estamos experimentando puede ser un buen momento para evaluarlas a la luz de las Escrituras. Concretamente, en el libro de Proverbios encontramos varios principios sabios que nos describen en qué consiste una amistad genuina, y que nos presentan el camino para una amistad duradera y enriquecedora.
1. La amistad es cosa (al menos) de dos (Proverbios 18:24)
La Biblia de las Américas traduce este versículo de la siguiente manera:
El hombre de muchos amigos se arruina, pero hay amigo más unido que un hermano.
Hace unos años se puso de moda un oficio nunca antes conocido. El de “personal shopper”. La idea es contratar a alguien para que te ayude y te asesore cuando vas de compras. Tú pagas a una persona que sabe mucho sobre un tema con el fin de que te diga lo que mejor te “sienta”, ¡o lo que te conviene! Pero, aunque algunos la contemplan de este modo, esto no es amistad. La amistad es mucho más que recibir aquello que nos hace sentir bien por parte del otro. Sobre todas las cosas se trata de una relación recíproca, en la que yo he de tener el mismo grado de implicación que el que espero de mi amigo. Por eso no resulta serio adquirir este compromiso con demasiadas personas. Ya que, en un momento dado, dice el autor, no podremos gestionarlo. Pero cuando uno encuentra a un verdadero amigo… ¡Qué tesoro! dice Salomón. Tanto como el tener un hermano. Y es que, entonces, disfrutamos de una experiencia única.
A hora de elegir a tus amigos… ¿qué es lo que más valoras? ¿Qué es lo que buscas? ¿o qué es lo que estás dispuesto a ofrecer? Que sean divertidos, que tengan tus mismos gustos, que nos hagan sentir bien, que siempre nos den la razón… Lo cierto es que cada una de estas cuestiones puede resultarnos apetitosa en un momento determinado. Pero más bien muestran lo egoístas que podemos llegar a ser. Tendemos a que todo el mundo actúe en función nuestra, de lo que nos agrada o lo que deseamos. Y poco pensamos en lo que verdaderamente necesitamos. Aun menos en lo que nosotros deberíamos hacer por los demás. Sin embargo, como hijos de Dios hemos sido llamados a promover activamente el bien de otros, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:39). En un sentido, la amistad nos ofrece la oportunidad de obedecer este mandamiento “sin trampa ni cartón”.
2. La amistad exige trabajo (Proverbios 27:17)
“El hierro con hierro se afila, y un hombre aguza a otro”
Desde que son pequeños los niños comienzan a desarrollar relaciones. Y pronto aprenden y usan este término “amigos”. De hecho, en cualquiera dicen tener un amigo. Pero… ¿qué es un amigo?
Porque la amistad es mucho más que entretenimiento o disfrute corporativo. Existen áreas de nuestro carácter en las que debemos avanzar. Y, en Su bondad, el Señor nos permite madurar y pulir esas áreas por medio de una relación como lo es la amistad. Sin embargo, eso demanda trabajo, compromiso, paciencia, y aun perseverancia. Porque somos pecadores, y a veces nos hacemos daño. Somos pecadores, y no siempre actuamos como debemos. Somos pecadores, y en ocasiones no amamos al prójimo tanto como nos amamos a nosotros mismos.
No obstante, una amistad fundada en la verdad no solamente nos permite identificar ciertos aspectos en las que debemos crecer, sino que nos ofrece el mejor terreno para abandonar lo que no conviene y fomentar lo que nos enriquece a nosotros y a otros. Esto es lo que el Nuevo Testamento enseña con respecto a las relaciones entre creyentes. En Gálatas 6:1 leemos: Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
Poder participar de este proceso en la vida de otros es una bendición.
3. La amistad demanda tiempo (Proverbios 27:14)
“Al que muy de mañana bendice a su amigo en alta voz, le será contado como una maldición”
John MacArthur dice a menudo: “verdad y tiempo siempre van de la mano”. Esto es cierto también en cuanto a la amistad. No seamos demasiado rápidos en anunciar o en asumir que nuestras relaciones son lo que deberían. El compromiso mutuo ha de probarse a través del tiempo. Esto es lo que la Biblia enseña también con respecto a nuestra relación con Cristo. La Biblia señala solamente a aquellos que permanecen fieles, en los buenos y malos momentos, como legítimos discípulos del Salvador (Mateo 24:13). Y es que había muchas personas entusiasmadas con Jesús. Muchas personas animadas al ver lo que él hacía o decía. Pero llegado el momento de la verdad, cuando hubo que pagar un precio… ¡Hasta sus propios discípulos lo abandonaron!
Dios nos permite crecer por medio de nuestras amistades. Cuando dejamos que la Escritura moldee nuestras relaciones, estas pueden resultar de gran ayuda y estímulo en nuestro caminar con Cristo. Sabiendo que la amistad es cosa (al menos) de dos, que exige trabajo y, además, demanda tiempo. Pero reconociendo también que, finalmente, como dice Proverbios 27:9: La amistad y el consejo del amigo producen tanta alegría como el ungüento y el perfume.
Heber Torres