La primera foto fue realizada en 1827 por un francés llamado José Nicephore. Y las películas fotográficas a color no se inventaron hasta 1940. ¡Qué lejos nos queda todo esto! Actualmente, se sacan unas 375 mil millones de fotos al año… Solamente en la colección de Facebook, hay colgadas más de 140 mil millones. Durante casi dos siglos, miles de millones de personas han quedado retratadas para la historia. Y gracias a esas impresiones hemos podido conocer a generaciones enteras. No solo sabemos quiénes eran, sino también cómo eran y aún lo que pensaban con respecto a algunas cosas.

El libro de los Salmos nos ofrece todo tipo de retratos. En particular, el Salmo 1 nos presenta las imágenes de dos hombres a los que se les augura dos destinos completamente opuestos. Este primer canto con el que se inaugura el himnario de la Biblia está lleno de contrastes. Leemos acerca del hombre bienaventurado (v.1) y del que perece (v. 6), de uno que es bueno (v. 2-3) y otro que es malo (v. 4-5), del que permanece estable y al que lo arrastra el viento (v. 3 y 4), de quién camina en la dirección correcta y del que se pierde (v.6). Todo como resultado de su relación con la Palabra de Dios.

 

  1. Peligro (v. 1)

Este primer versículo nos describe algo más que a un peatón despistado. Estamos ante toda una señal de peligro. Y es que el salmista nos muestra como algunos persiguen la felicidad caminando por la senda equivocada. Nos habla de impíos, de pecadores y de escarnecedores. En un instante nos encontramos con una persona que salía a “comerse el mundo” pero se ha visto progresivamente devorada por un ambiente malo. Los verbos señalan una tendencia decadente y paralizadora: andar, detenerse, sentarse… Este hombre se encuentra en medio de una comunidad compuesta no precisamente por la mejor de las compañías. Y lo que es más grave, sin apenas percatarse, ha convertido a sus dudosos acompañantes en sus consejeros y modelos. Al punto que su vida no difiere lo más mínimo de aquellos a su alrededor.

Al contrario de lo que normalmente se nos invita a pensar, el hombre feliz, aquel que está satisfecho y contento de verdad, no es el que se deja influir por el ambiente que le rodea. Tampoco el que se conforma con vivir saturado de ocio y entretenimiento.  El peligro de amoldarse a los tiempos y las opiniones a nuestro alrededor es real. No necesitamos ni salir de nuestra habitación. Estamos solo a un click de distancia de todo un universo dispuesto a ofrecernos lo impensable. Sin embargo, la persona “bienaventurada” es, precisamente, la que se ve libre de estas cosas.

 

  1. Prioridades (v. 2)

Lo que observamos a continuación es la imagen totalmente opuesta. Este hombre no se deja aconsejar por cualquiera que se cruza en su camino. Cuando el salmista habla de meditar “día y noche” está tratando de ilustrar la continua presencia de la Palabra de Dios y de la oración en la vida de esta persona. Su objetivo no es leer la Biblia u orar durante muchas horas simplemente porque es algo “bueno” o “espiritual”, sino porque sabe que no hay nada más precioso ni beneficioso que pasar tiempo con Dios.

Esto implica interés y esfuerzo, pero el texto nos confirma que el “deleite” de esta persona, es decir, su mejor momento está en disfrutar de comunión íntima con Dios. En medio de ocupaciones y trabajos, de actividades y aun de nuestro tiempo libre… ¿Se puede decir eso mismo de ti? ¿En qué estás “gastando” tu vida? ¿Dónde está tu ilusión, aquello que realmente te motiva? ¿Cuánto tiempo dedicas a leer la Biblia y a hablar con Dios?

 

  1. Perseverancia (v. 3-4)

Suceden tres cosas cuando un árbol permanece firme y persiste junto a corrientes de agua: 1) produce fruto a su tiempo, 2) está sano y 3) prospera. Esto no quiere decir que nunca va a experimentar dificultades. Al contrario, es a pesar de las dificultades que el árbol se mantiene firme, y por eso va a dar fruto, a estar sano y mantenerse. Lo que el autor enfatiza es que este árbol es estable. Y, por eso, cumple a la perfección con lo que se supone que tienen que hacer los árboles cuando están bien.

Vivimos en un mundo de comida rápida, de prisas, de internet de alta velocidad… Y la idea de “permanecer firmes” no nos resulta habitual. Aún la expresión “que da su fruto a su tiempo” puede parecer extraña para la mayoría de nosotros. Sin embargo, del mismo modo que sucede con el árbol, cuando el creyente permanece junto a corrientes de agua, es decir, cuando está conectada con Dios, por medio de la Palabra y la oración, experimenta satisfacción y felicidad. Pero además produce fruto espiritual y está sano espiritualmente. En cambio, el que vive alejado de Dios es comparado con la paja: algo inútil, vano y efímero, a la que el viento arrastra de un lugar a otro sin orden ni concierto.

 

  1. Pronunciamiento (v.5-6)

Dios no es insensible a nuestras circunstancias. Ni permanece ciego a lo que sucede en este mundo. La Biblia nos confirma que un día Él impartirá justicia. El Señor juzgará al malvado. No se encargará de los rebeldes solamente, también de aquellos que, aparentando ser justos, realmente no lo son. Dice el versículo 5 “ni los pecadores en la congregación de los justos”. Aun los que son religiosos, o tratan de parecerlo serán examinados y juzgados por Él. El salmo termina diciendo en el versículo 6: “Porque el Señor conoce el camino de los justos mas el camino de los impíos perecerá.”

Con frecuencia experimentamos tristeza y decepciones, enfermedad, sufrimiento, incertidumbre… Pero el salmista nos recuerda que, a fin de cuentas, solamente los que persisten y son constantes en su caminar con Dios serán tenidos en cuenta. Y en todo ello, el lugar que ocupa Su Palabra en nuestro andar diario juega un papel esencial. Hasta el punto de determinar cómo será el retrato definitivo de nuestra vida. Pues es por medio de ella que somos expuestos a nuestra verdadera condición, pero también conocemos a Aquel que ha venido para darnos vida. El mismo que un día regresará para juzgar a los vivos y a los muertos (2 Timoteo 4:1). Mientras tanto, la Escritura misma nos recuerda lo siguiente: todo el que cree en Él no será avergonzado (Romanos 10:11).

¿Qué clase de foto será la tuya?

 

Heber Torres