Hace unos meses se presentaba la serie más cara de la historia en una de las plataformas digitales del momento. Y lo hacía bajo el título de: “El Señor de los anillos: los anillos de Poder”. La obra original fue escrita por J.R.R. Tolkien y se publicó por primera vez en los años 50. Aunque se había hecho alguna película anteriormente, el éxito definitivo vino dado por la trilogía que se estrenó entre los años 2001 y 2004. Pocas producciones cinematográficas han sido tan laureadas. Entre otros muchos premios consiguió un total de 17 Oscars. Así que después de muchas idas y venidas, el pasado septiembre se estrenaba la serie con la idea de repetir los éxitos comerciales pasados. Sin embargo, la recepción no fue la esperada. Muchos de los seguidores de la saga protestaron. Internet se llenó de quejas, reproches y reclamaciones. La razón era muy clara: los guionistas de la serie no han sido fieles al libro.

Algo similar sucede con la Navidad. Desde que comenzó a celebrarse allá por el siglo cuarto de nuestra era se han ido añadiendo elementos y quitando otros. Con los años han surgido personajes, tradiciones y costumbres que sin ser parte de la narración original han terminado por desvirtuar lo que es la verdadera Navidad. Muchas veces por intereses políticos. religiosos y hasta comerciales. Y, como resultado, nos encontramos en una situación parecida, pero yo diría que mucho más trascendente, que cuando hablamos de la adaptación de un libro al cine. Porque en este caso no se trata simplemente de una novela, sino de una historia que ha impactado al mundo entero. Tan relevante que hasta los días y los años los medimos en función de si los acontecimientos han sucedido antes o después de Cristo.

Posiblemente, la mejor y más sintética explicación de lo que es la Navidad que jamás se haya escrito se encuentra en el evangelio escrito por Lucas, y dice lo siguiente: “Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-11)

Aunque aquellos pastores estaban asustados, en estado de shock, no había lugar para el temor o las dudas. Porque algo bueno. Algo muy bueno había sucedido. El ángel lo confirma: ¡Ha nacido un Salvador!

 

  1. El problema

No hay ninguna duda al respecto, la Navidad se presenta como una buena noticia ¡La mejor de todas! Y esto es así porque hay una mala noticia. ¡La más inquietante de todas! La Navidad es, antes que nada, la historia de un problema.

Hace un tiempo se hizo viral la noticia de un hombre que había decidido convertirse en un alienígena. Y para ello se sometió a muchas y costosas operaciones. Lo primero que me llama la atención es que conozca exactamente a qué se parecen los alienígenas. Y, lo segundo, que haya invertido tanto dinero en ello, sabiendo que por mucho que se esfuerce siempre será un ser humano. En última instancia, podemos cambiar de trabajo, de amigos, de ciudad, y aún de cara. Pero no podemos cambiar nuestra condición delante de Dios. Como seres humanos que somos. Somos pecadores. Por constitución, pero también por decisión propia. El gran drama de la humanidad es que no importa de dónde procedamos. Ni cómo de larga sea nuestra cuenta corriente. El hombre nace y vive lejos de Dios. Y no hay nada que nosotros podamos hacer para cambiar eso. No es un problema local. Es el problema de un mundo que gime desconcertado porque no hay justo ni aún uno (Romanos 3:10). Por eso el planeta entero se haya impotente ante un mal que como una sombra nos acompaña a todas partes.

El ángel anuncia el nacimiento de un Salvador, porque necesitamos un Salvador. Pero un Salvador que nos libere de nosotros mismos. Porque el problema no son los otros. Ni el mundo que no rodea. Somos nosotros. Somos nosotros los que no amamos a Dios como deberíamos. Somos nosotros los que no amamos al prójimo como deberíamos.

Y la Navidad, cada Navidad, es, en realidad, un recordatorio del problema. El de nuestra condición de pecadores delante de un Dios que es Santo.

 

  1. La Persona

En estos días se habla mucho de cenas y de comidas. De compras y de regalos. De paseos, de luces, de adornos, de árboles, y de papá Noel. Aún de los reyes magos. Pero la Navidad es, por encima de todo, el nacimiento de una persona. La palabra navidad o natividad significa precisamente eso: Nacimiento. El nacimiento de una persona. En este caso, de un niño.

Cada vez que un niño nace las familias lo celebran de una manera o de otra. Pero si lo piensas fríamente. En realidad, no algo tan excepcional. De hecho. Todos sabemos de lo que estamos hablando, porque un día nacimos. Es más, se estima que cada día nacen en el mundo 370.000 personas. Y hace pocos días se nos confirmaba que el número de personas en el mundo ha superado ya la cifra de los 8000 millones de habitantes. ¿Qué hace de este nacimiento algo distinto a todos los demás?

El texto nos habla de un nacimiento, pero no es un nacimiento cualquiera, porque el que nace no es un niño cualquiera. Es el Salvador, el Cristo, el ungido, el elegido de Dios, el Señor. El evangelista Mateo añade un cuarto nombre: Emmanuel. Que significa “Dios con nosotros”. La Navidad nos recuerda que el ser humano tiene un problema. Pero, es también la historia de una persona. El Hijo del Dios viviente, que nace como un bebé. Y lo hace con un propósito muy específico.

 

  1. El plan

La Navidad es la historia de un Dios que interviene en la historia. Y lo hace enviando al Salvador. El Cristo. El Señor. Un salvador. Un Señor. No simplemente para aquellos pastores… ¡se trata de buenas noticias para todo el pueblo! Y la palabra que usa el ángel anunciador es, en realidad, la palabra “gente” en general.

La Biblia nos enseña que Dios ha venido a este mundo en la persona de Jesucristo. Y lo ha hecho para hacer posible lo que para nosotros resulta imposible. Jesús nació con un plan: Salvar a los pecadores. Salvar a los pecadores de toda lengua, pueblo y nación. Eso es precisamente lo que celebramos en estos días. No solo que Jesús nació, sino que lo hizo para salvarnos. El apóstol Pablo en su primera carta a Timoteo lo expresa con total claridad: “Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).

Solamente Dios puede reconciliarnos con Dios. Pero para ello va a tener que dar su vida como rescate en la persona de su Hijo. Como sustituto, aquel Jesús nació en un pesebre, y vivió una vida perfecta, sin pecado. Pero murió de una forma indigna, crucificado como un criminal. Y, sin embargo, no fue un error, ni un accidente. Dice la Escritura que Jesús murió: “Según el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios” (Hechos 2:23). Él tenía que morir para que por su muerte pudiera salvar a muchos. “El justo murió, por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). Proveyendo salvación para todo aquel que se arrepiente de sus pecados, depositándolos a los pies de esa cruz, y recibiendo por gracia, gratuitamente, la justicia de Cristo, por medio de la fe.

La Navidad ha cambiado mucho desde que se comenzó a celebrar muchos siglos atrás. Por lo que se ha ido añadiendo a la historia y por lo que se ha ido dejando a un lado. Y uno de los aspectos de la celebración que formaba parte en aquellas primeras celebraciones de Navidad tenía que ver con el hecho de que ese mismo Jesús que nació en Belén, ese mismo Jesús que murió en la cruz del Calvario, resucitó al tercer día y un día regresará para juzgar a los pecadores y reinar por los siglos. ¿Es esta tu esperanza?

La historia de la Navidad es la historia de un problema, el problema del pecado; de una persona, la persona de Jesús; y de un plan, un plan de salvación: Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha enviado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16).

Esta es la Navidad original. La de la Biblia. La que celebramos en estos días. Y la que puede cambiar tu vida para siempre.

 

Heber Torres

2 Comentarios

  • Querido hermano Heber, doy gracias a nuestro Dios por tu don para proclamar fielmente el verdadero mensaje del Evangelio. Lo estaré compartiendo esta Navidad ante mis familiares incorversos, sigo rogando porque sea quitado el velo de ellos y logren ver la gloria del Padre en la faz de Jesucristo. Un fuerte abrazo!

  • Norma mondragon dice:

    Muchas gracias hermano haber muy edificante , usted fue mi maestro en el estudio bíblico yo adusto a grace community church saludos Dios lo siga bendiciendo a Usd y su familia!!!

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