Cada año por estas fechas nos fijamos metas, establecemos propósitos, nos proponemos objetivos más o menos realistas. Pero con el paso de las semanas, de los días, o de las horas nos vemos atrapados una vez más en la vorágine de las responsabilidades y los contratiempos. Y, a pesar de todo, tenemos deseos. Salud, familia, trabajo, u ocio suelen copar los primeros puestos de la lista. La mayoría estamos preocupados por conservar nuestro vigor y salvaguardar el bienestar de nuestros seres queridos. Pero ¿cuánto hemos orado pidiendo estar más cerca de Cristo? ¿cuánto hemos pedido para que Él regrese? Y es que para eso existimos y nos movemos. Con esa finalidad fuimos rescatados. Con ese propósito fuimos comprados. Con ese objeto Cristo derramó Su sangre. ¡Para que estemos con Él!
En estos días de Navidad hablamos mucho de comida y dedicamos muchas horas a la comida. Unos a cocinar y otros, la mayoría, a comer. Pero en nuestra mesa debe haber tres ingredientes esenciales en los que debemos perseverar. Cada uno de ellos confirma que nuestro deleite verdaderamente se encuentra en el Señor. Y, al mismo tiempo, nos indica el camino para que realmente lo experimentemos.
- Conocimiento de Cristo
Nunca en la historia hemos tenido a nuestro alcance tantas versiones y formatos de la Biblia. Sin embargo, para no pocos feligreses Jesucristo es un gran desconocido y su fe no dista de ser mera superstición. El viejo predicador J.C. Ryle lo ilustraba de la siguiente manera: “Muchos creyentes descuidan la lectura de sus Biblias y estas tienen tanto polvo que podrían escribir la palabra condenación sobre sus tapas y quedaría grabada sin ninguna dificultad”.
Dios se ha acercado a los seres humanos en la persona de Jesús. Y todo lo que podemos saber acerca de ese Cristo lo encontramos en las Escrituras. Jesús dijo en Juan 5:39“escudriñais las Escrituras, porque ellas son las que dan testimonio de mí”.
Un mejor conocimiento de Cristo nos permite andar como es digno del Señor, agradándole en todo (Colosenses 1:10), pero también acceder a los más preciosos tesoros que jamás han existido (Colosenses 2:3). Por eso, en este año haremos bien en hacer nuestra la oración del apóstol Pablo: “que arraigados y cimentados en amor, seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:17–19).
- Comunión con Cristo
Ese Jesús al que recordamos en estos días no es otro que Dios hecho hombre. La Biblia habla de Él en los términos más sublimes. En Mateo 3:17 la voz de Dios emerge desde los Cielos y nos confirma su verdadera identidad: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido.
Él es Admirable y el Santo
El camino, la verdad y la vida.
El Autor y Consumador de la fe
El Deseado de las naciones
El Maestro
El Resucitado
El Señor de la gloria
El Cordero de Dios
El Mediador
El Consolador
El Esposo
El Rey de Reyes
La Piedra del Ángulo
El Abogado intercesor
El Juez legislador
La Estrella resplandeciente de la Mañana
El Cristo
El Mesías
Emmanuel.
Sin embargo, hay momentos en los que su grandeza nos parece “poca cosa”, y termina por verse eclipsada por cualquier otra realidad… ¡aun el dormir! En Mateo 26:40 Jesús reprende a sus discípulos precisamente por ello: “ni una hora habéis podido velar conmigo”. De alguna manera el maestro les dice: Decís continuamente que estáis dispuestos a entregar hasta la vida si fuera necesario. Está en juego el devenir de la humanidad, pero vosotros habéis sucumbido al sueño una vez más.
Dios mismo encuentra en Cristo su mayor gozo, Él es Su especial tesoro y nosotros contamos con el privilegio de disfrutar de una íntima comunión con quien, por la fe, mora en nuestros corazones (Efesios 3:17). ¿Lo estás aprovechando? ¿Lo estás disfrutando?
- Conformidad con Cristo
Dice Pablo en 2 Corintios 3 que los creyentes hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, y ya no nos manejamos en el terreno de la astucia y el engaño. Sino que, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor. En 1 Pedro 2:1–4, el apóstol confirma a sus lectores, que del mismo modo que el bebé ansía la leche que lo sustenta aquellos que conocen a Cristo desean estar expuestos a Su voluntad. La obediencia y la sumisión a Cristo son marcas distintivas del que realmente pertenece al Señor y le sigue (1 Juan 2:6).
¿En qué vamos a invertir los mejores momentos del año? ¿Dónde gastaremos nuestras energías y nuestros recursos? En avanzar en nuestra semejanza con Cristo. Considerando su plan como el mejor posible para nosotros. Descansando en que todo lo que nos sucede nos proporciona una oportunidad de mostrarle nuestra lealtad. Certificando que nuestra devoción por Él no depende de las circunstancias. Porque, finalmente, la vida del creyente comienza y termina con Cristo (Filipenses 1:21).
Uno de los objetivos clásicos de inicio de año no es otro que ir al gimnasio. Las personas se apuntan al comenzar el mes de enero. Muchas veces motivadas por esos kilos de más que se han ido ganando durante las navidades… Sin duda es bueno cuidarse, en 1 Timoteo Pablo le habla a Timoteo de la importancia del ejercicio. Pero fundamentalmente del ejercicio en cuanto a la relación con Cristo. Pablo le dice a su pupilo: ocúpate de estas cosas, no te descuides, dedícate a ellas. Y es que, a menos que nos esforcemos, a menos que insistamos en ello… estaremos activos, sí. Estemos ocupados, sí. Pero no en lo verdaderamente trascendente y transformador.
La verdadera plenitud pasa por perseverar en nuestro conocimiento, comunión y conformidad con Cristo. Pero experimentar la frialdad y apatía espiritual pasa por descuidar estos mismos tres ingredientes. ¿Está Cristo el primero de tu lista para el 2021? Porque todo lo demás puede esperar.
Heber Torres