Cada año surgen recetas nuevas. Adornos nuevos. Canciones nuevas… Algunas caras nuevas se sientan a la mesa y otras dejan de estar con nosotros. Y es que si lo piensas por un momento … ¡llevamos toda una vida celebrando esta fiesta! Algunos historiadores consideran que la navidad comenzó a celebrarse oficial y masivamente alrededor del Siglo V después de Cristo.
Pero lo cierto es que no pasó demasiado tiempo desde ese momento en el que Jesús nace en Belén hasta que se empezase a conmemorar su nacimiento. De hecho, solamente un año. Tan solo un año después del nacimiento de Jesús: Hay luces, hay regalos, hay magos… ¡Solo les falta el turrón! Y, sin embargo, no todos los protagonistas de esta historia van a celebrar de la misma forma el nacimiento de Jesús. Los evangelios nos presentan tres reacciones muy distintas al nacimiento de Jesús.
- Impacto
Mucho se ha escrito a lo largo de los siglos acerca de quiénes eran, cuántos eran y hasta cómo eran estos personajes que llegaron de tierras lejanas para adorar al niño. No se trataba de reyes, ni magos, pero sí de sabios. No conocemos sus nombres, pero sí sabemos que estos hombres eran conocidos en la época por ser expertos en varios campos del saber, particularmente en astronomía. Dice Mateo que procedían del oriente. Es muy probable que viniesen de Babilonia, dónde vivían la mayoría de estos expertos en aquella época. Los registros históricos nos indican que el papel jugado por estos sabios en Babilonia era fundamental. Hasta el punto de que ningún rey podía ser coronado sin su consentimiento. Y curiosamente son estos “legisladores” reales los que vienen a adorar al Rey.
Este grupo indefinido de personas viajó al menos durante varios meses en caravana. Atravesaron desiertos y montañas. Lo hicieron cargados con provisiones y regalos por senderos de dificultad extrema, expuestos a los peligros del camino. Y ellos mismos explican la razón de su viaje: ¨HEMOS VENIDO A ADORARLE” (Mateo 2:2). Y eso es precisamente lo que hicieron. Con oro, incienso y mirra.
- Indignación
Los evangelios nos hablan de Herodes. Más concretamente, Herodes el Grande. El nombre suena bastante imponente. Con solo 25 años fue nombrado gobernador de Galilea. Aunque los romanos habían conquistado ese territorio varias décadas antes, permitían que hubiese un gobierno de carácter local. Así que este hombre había estado a cargo de la región de Palestina durante 35 años. Y por medio de conspiraciones, de malas artes y de una servil sumisión a Roma, Herodes consiguió el permiso del emperador para ser declarado rey en esa zona del imperio.
Herodes no era un israelita, era un edomita. En otras palabras, el hombre que se hacía llamar rey de los judíos ni siquiera pertenecía a su pueblo. Era un descendiente de Esaú. Y de ese árbol genealógico no podía salir el rey. Pero allí estaba. Sentado en el trono de Jerusalén. En su ambición por agradar a la mayoría Herodes construía templos en honor de los dioses paganos, pero también favorecía los arreglos del Templo judío en Jerusalén. Y de esa manera mantenía a todos contentos. Pero Herodes ni era rey, ni era judío, ni era religioso. Era un farsante, un político manipulador y mentiroso. Alguien capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantener su posición de privilegio. Tanto es así, que a lo largo de su gobierno mandó matar a algunos de sus más estrechos colaboradores. Entre otros al sumo sacerdote y a varios miembros de la nobleza. Pero no solo a ellos, en su egolatría también asesinó a su madre, a su mujer, y a sus tres hijos. Todo para asegurarse de que nadie amenazaba su liderazgo.
Cuando Herodes se entera del nacimiento de un Rey, se turbó, se angustió profundamente. Sintió como la peor de las amenazas el hecho de que este nacido rey le quitase preeminencia. Estaba completamente indignado. Hasta el punto de mandar matar a todos los niños menores de 2 años para asegurarse que el supuesto rey no sobrevivía. (Mateo 2:16). De ahí que sepamos aproximadamente cuánto tiempo tenía el niño de María. Los historiadores calculan que en aquella época habría unos 20 niños varones de esa edad en Belén. Y todos ellos fueron cruelmente asesinados.
Herodes celebró la primera navidad con indignación, porque entendía que la navidad significa que el verdadero Rey ha venido al mundo. No solo no quiso ser parte de esa comitiva de adoradores, sino que hizo todo lo que estuvo en su mano para eliminarlo porque no estaba dispuesto a reconocer a otro rey que no fuese él mismo. Tristemente, esa es la realidad de todos nosotros. Porque de manera natural todos ser humano, en su estado natural, pretende ser el rey de su propia vida. Pero como alguien escribió: “Si el Hijo de Dios nació en un pesebre, entonces hemos perdido el derecho de estar al mando de nuestras vidas”.
- Indiferencia
Hubo una última reacción a esa primera celebración de Navidad. En este caso de mano de los menos sospechosos. De los expertos en las Escrituras. De los maestros del pueblo. De los que habían dedicado toda su vida a estudiar los textos sagrados. De los que supuestamente esperaban la llegada de este Rey. El texto habla de principales sacerdotes y de Escribas. Entre ambos aunaban toda la influencia religiosa y cultural judía. Los sacerdotes más políticos y los escribas más eruditos, contaban con el respeto del pueblo, pero también con la capacidad de articular la religión judía de la época.
Herodes los consultó con relación a dónde había de nacer el niño. Y podían responder a eso y a mucho más. Aquellos expertos en la ley indicaron a los magos a dónde debían de ir. Pero fueron incapaces de desplazarse los 8 km de distancia que les separaba del niño. Y esto resulta verdaderamente sorprendente. Su desidia y desinterés refleja como directamente no creyeron en la Palabra de Dios. La conocían, la citaban y la recitaban. Pero no la creían.
Por años fueron indiferentes, hasta que Jesús los confrontó directamente. Entonces pasaron de la indiferencia a la indignación, ¡igual que Herodes! Y cuentan los evangelios que fueron precisamente los religiosos los que persuadieron a los gobernantes para crucificar a Jesús. Pero a diferencia de Herodes, ellos sí consiguieron acabar con su vida. Aquellos que confirmaron el lugar en el que había nacido el Mesías fueron los mismos que confabularon para matarlo.
Conclusión
Para muchos, la navidad no es más que luces, cenas, regalos y algún villancico aquí y allí. Lo curioso de todo esto es que nuestras calles están adornadas con más luces que nunca, y sin embargo muchas personas viven completamente a oscuras. Desorientadas.
Nunca en la historia hemos tenido tanta abundancia de comida en nuestras mesas, pero la vida de muchos está vacía. La música nos acompaña constantemente, pero para muchos no es más que un ruido entre otros. En estos días las familias se reúnen, multitudes pasean por las calles y plazas de las ciudades, pero demasiadas personas se encuentran solas. Rodeadas de gente, pero solas.
Y es que la Biblia describe al ser humano en su estado natural como uno que vive en oscuridad. De espaldas a Dios. A expensas de sus impulsos y deseos. Uno que no es dueño ni de su presente ni de su destino. Pero ante esa realidad que define el estado de cada persona, Jesús ha venido para rescatarnos de nosotros mismos, El Rey ha venido a restaurar lo que está corrompido y a reconciliarnos con Dios. Jesús es el Salvador que todo ser humano necesita, el Mesías esperado por el que está desesperado.
Como aquellos religiosos, muchos han ignorado a este Jesús. Les parece poca cosa. Han preferido las luces, las celebraciones y todas sus liturgias. Como Herodes, muchos se han indignado ante este Jesús. Les parece ofensivo. Rechazan y se molestan al escuchar un mensaje tan poco inclusivo en el que solo hay sitio para un Rey. Pero como aquellos sabios, muchos también han sido impactados por este Jesús. Han visto su grandeza y su humildad. Han visto su justicia y su compasión. Han entendido lo lejos que estaban de Dios. Y postrándose también le adoran.
¿Cómo celebras tú la navidad?
Heber Torres