En los últimos años se han popularizado algunas páginas web que ofrecen servicios de rastreo. No es que se haya perdido alguien y te ayudan a encontrarlo, sino que indagan los orígenes de tu familia. Pagando una cantidad que varía entre 75 y 250 euros te dirán cuáles son tus raíces, de dónde proceden tus apellidos, quiénes son tus antepasados e, incluso, por medio de tu ADN, qué razas configuran tu árbol genealógico.
El evangelio de Mateo no menciona demasiado en cuanto al momento específico del nacimiento de Jesús. Aquí no hay pesebre, ni animales, ni ángeles cantores. Pero sí nos ofrece un rastreo extenso, árbol genealógico milenario incluido, acerca de cuáles son los orígenes de su persona. Desde el tiempo de los patriarcas cuando éstos se movían de un lugar a otro, nómadas, sin tierra, sin un destino definido (entorno al año 2000 a.C.) al tiempo en el que el pueblo ya está asentado en la tierra prometida, consolidado, y con un reino propio (a partir del año 1000 a.C.), pasando por el exilio y el regreso desde Babilonia (en el 586 a.C.), hasta llegar hasta al día en el que Jesús nace. Más de dos mil años de historia resumidos en unos pocos versículos (Mateo 2:1-17).
Este interés por las generaciones pasadas no es ni mucho una excepción en Mateo. Los judíos conservaban largas listas de nombres. ¡En el Antiguo Testamento hay unas cuantas! Por lo general, servían para dotar a los pueblos y a las familias de una historia y una legitimidad. Sin embargo, el diseño de Mateo es distinto:
- El último es el primero
Normalmente las genealogías llevan el título del primero de una estirpe. Pero, en este caso, el título viene dado por el último en nacer. Mateo quiere que sepamos que el último en nacer es el primero en magnitud. Él más importante. Jesucristo es el personaje principal y ningún otro puede hacerle sombra. Todos ellos son, podemos decirlo así, los teloneros que preparan el escenario al invitado especial.
¡Claro que tienen su función! Sin ellos no podríamos haber llegado hasta ese momento. Pero la cumbre de la montaña, el hito en el camino, la cúspide, el eje principal sobre el que va a girar toda la historia no es otro que ese Jesucristo del que Mateo se ha propuesto hablarnos en su evangelio.
- Mundialmente (des)conocidos
En esta lista de nombres no están todos los que son. Faltan algunos. Pero que no aparezcan no tiene que ver con un error histórico, ni con un fallo de transmisión. No nos olvidemos que Mateo era especialista en elaborar listas. Era recaudador de impuestos, y su trabajo dependía de que sus registros estuvieran bien hechos. Hay una explicación: Algunos antepasados de Jesús no están como resultado de su rebeldía y rechazo a la Palabra de Dios. Otros no aparecen porque su presencia no es relevante ni es pertinente en este momento. En esta genealogía no encontramos precisamente a los más ilustres, porque directamente no existen. El linaje de Jesús no es, ni mucho menos, el más elevado del mundo antiguo y, salvo raras excepciones, sus antepasados no son lo más florido ni lo más excelso. Si el evangelista solamente hubiera incluido a los que lo hicieron todo bien ¡solo Jesús podría estar en la lista! Nadie más.
- Trayectorias incómodas
Entre los que sí están en la lista destacan cinco mujeres: Tamar, Rahab, Rut, la esposa de Urías, y María. Pero, según los cánones judíos, ninguna de ellas debería ser parte. Las cuatro primeras por sus circunstancias: Prostitutas, inmorales, extranjeras… De hecho, en el caso de Betsabé no se menciona ni su nombre, probablemente con el fin de enfatizar la oscura historia que estaba detrás del nacimiento de Salomón. ¿Y qué decir de María? ¡ni siquiera llegó a unirse a su marido para quedarse embarazada! Además, las genealogías de la época solían incluir exclusivamente los nombres de los padres de familia. Pero a Dios no le preocupan los estándares culturales, ni le frenan los prejuicios históricos. Él incluye a estas mujeres para confirmar que Su gracia excede los límites de lo racional y supera la barrera de lo “políticamente correcto”. Dios muestra que es capaz de transformar lo más vil en instrumentos útiles, ya sean hombres o mujeres, al punto de usarlos para que Su Hijo amado naciese como un bebé.
Conclusión:
Dios envía a Su Hijo unigénito a este mundo, y lo hace en el momento menos esperado. Cuando los judíos han perdido el control de su territorio y no tienen ninguna capacidad de influencia. Dios envía a Su Hijo unigénito a este mundo y lo hace a través de las personas menos esperadas. En su mayoría, gentes sin capacidad económica, individuos sencillos y humildes. Dios envía a Su Hijo unigénito a este mundo y lo hace por gracia. Una gracia totalmente inesperada e inmerecida.
En estos días celebramos un nacimiento irrepetible. Porque el Mesías prometido ha venido al mundo. Este árbol genealógico nos impulsa no a buscar a los que ya no están, sino a mirar hacia “arriba”. A la persona de Dios mismo, y a la belleza de Sus planes. Jesús cumple con todos los requisitos y todas las cláusulas, porque es Dios hecho hombre. Jesús, el Hijo de Abraham, el Hijo de David, el Hijo de Dios. El Mesías anunciado y largamente esperado. No necesitamos a otro… ¡Y no conseguiremos a otro! El unigénito Hijo de Dios ha venido al mundo para liberarnos de nuestra condición y salvarnos de nuestra perdición.
¡Feliz Navidad!
Heber Torres